Por: Rodrigo Plata Luna

Florencia es un territorio de contrastes: una riqueza natural deslumbrante que, lamentablemente, se ve empañada por las acciones de quienes aún no asumen su responsabilidad con el entorno. Aunque la ciudad ostenta paisajes exuberantes, la acumulación de basuras en las calles y la falta de sentido de pertenencia de ciertos ciudadanos deterioran su imagen y afectan la calidad de vida de todos los habitantes.
En lo administrativo, es innegable que se han impulsado esfuerzos significativos en distintos frentes para mejorar la calidad de vida de los florencianos. Valga destacar que, a pesar de las inclemencias del clima, los avances en pavimentación son palpables y en el corto plazo se visualiza una transformación positiva en la malla vial, para lo cual solo falta que haya una buena pausa en las lluvias. Esto no solo optimizará la movilidad, sino que también repercutirá en la seguridad y en la dignificación de los espacios públicos.
No obstante, más allá de las obras físicas, es imprescindible abordar un aspecto esencial: la cultura ciudadana. No podemos exigir cambios estructurales si persistimos en prácticas que atentan contra el orden y la armonía urbana: arrojar desechos en las calles, ignorar las normas básicas de convivencia o desestimar el esfuerzo de quienes trabajan incansablemente por el bienestar de la ciudad.
Entre otras cosas, en medio de los avances, no deja ser perturbador que ciertos sectores insistan en propagar desinformación, desconfianza y animadversión hacia Florencia. La tergiversación de la realidad y la falta de credibilidad en las instituciones se han convertido en estrategias recurrentes, precisamente cuando la administración actual demuestra un compromiso innegable con el bienestar ciudadano.
No se trata de desestimar las críticas ni de eludir los errores, sino de evaluar con objetividad los logros alcanzados y los desafíos pendientes. Una ciudad no avanza cuando su gente se instala en el pesimismo y la desconfianza, sino cuando se adoptan actitudes propositivas y se construyen soluciones en conjunto.
Florencia necesita que sus habitantes se conviertan en sus principales defensores, en sus más fervientes promotores y, sobre todo, en sus más comprometidos guardianes. No podemos permitir que la indiferencia condene a la ciudad ni que la mezquindad de unos pocos empañe los avances logrados con esfuerzo y dedicación. Amemos a Florencia con hechos concretos, no solo con discursos efímeros. Amarla implica respetarla, mantenerla limpia, contribuir activamente con su desarrollo y respaldar aquellas iniciativas que promuevan su progreso.
Este es el momento de transformar la narrativa, de abandonar el discurso del caos y centrarnos en la construcción de una ciudad mejor. Los problemas existen, es cierto, pero también existen soluciones, y estas soluciones requieren del compromiso de todos. No podemos permitir que el estruendo de la discordia opaque el esfuerzo de quienes trabajan día a día por una mejor ciudad; es hora de que cada ciudadano asuma un rol activo en la construcción del futuro de la ciudad, se involucre con determinación en su desarrollo y, en lugar de limitarse a señalar deficiencias, proponga alternativas y actúe en consecuencia.

Comparte en redes sociales