
Por Carlos Mendoza
Durante años, Caquetá ha sido retratado como un departamento con más conflictos que posibilidades. Sin embargo, en mayo, un anuncio ha reactivado las esperanzas de transformación estructural del campo amazónico: la construcción de la primera planta pasteurizadora y pulverizadora de leche en Caquetá, un proyecto de cofinanciación entre la Agencia de Desarrollo Rural (ADR) y la Gobernación del Caquetá. La planta, que beneficiará a más de 22.000 familias productoras, promete llevar a Caquetá del potrero al mercado nacional e internacional. Se proyecta como una herramienta para transformar leche líquida en polvo, abrir mercados para quesos con denominación de origen, y empoderar económicamente a los campesinos, muchos de ellos víctimas del conflicto. Pero el éxito del proyecto no depende solo de la infraestructura: requiere articulación territorial, investigación académica, voluntad política y soberanía comercial.
Contrastando con este anuncio, hace unas semanas, en Bogotá, se inauguró un nuevo punto de venta especializado en productos lácteos caqueteños, que incluye quesos artesanales, yogures y derivados del sector rural. La iniciativa ha sido promovida por asociaciones de productores, aliados institucionales y gestores regionales que entienden que la comercialización no puede depender exclusivamente de los intermediarios o los subsidios públicos. Este local no solo representa una oportunidad de ingreso, sino también un símbolo: el campo caqueteño puede estar en la capital del país sin perder su esencia.
Por otro lado, una planta de leche sin un centro de innovación sería como sembrar sin saber el clima. Por eso, el rol de la Universidad de la Amazonía, especialmente a través de su programa de Ingeniería de Alimentos, debe ser protagonista. Esta universidad pública no solo tiene la capacidad técnica para acompañar procesos de calidad e inocuidad, sino que puede convertirse en aliada para: Certificar productos con valor agregado, Innovar en derivados lácteos funcionales, Investigar empaques biodegradables y trazabilidad, y Capacitar jóvenes rurales como tecnólogos alimentarios del futuro. El desarrollo lácteo en Caquetá necesita el conocimiento de la academia, pero también su permanencia en el territorio, con investigación aplicada y presupuesto real.
Y en el ámbito de la política y responsabilidad, ¿quién pone la cara por el campo? Este megaproyecto no puede desligarse de la responsabilidad política. El gobernador Luis Francisco Ruiz Aguilar ha respaldado la cofinanciación del 50 % de la planta, y su equipo debe garantizar la entrega de los estudios y diseños técnicos en julio de 2025, como compromiso ineludible. Por otro lado, el alcalde de Florencia, Marlon Monsalve, también tiene un rol: fortalecer alianzas urbanas-rurales para crear nodos logísticos, centros de acopio y comercialización en la ciudad capital del departamento. Pero no se trata solo del ejecutivo local. El desarrollo del sector lácteo necesita respaldo legislativo. ¿Dónde están los representantes a la Cámara por Caquetá —Gilma Díaz, Mauricio Cuéllar, Jhon Fredy Núñez — en este debate? ¿Han impulsado proyectos de ley, presupuestos o articulaciones interministeriales para garantizar que este plan no se quede solo en discurso?, El Congreso también tiene leche que ordeñar.
No hay desarrollo sin política, ni queso sin cuajo. En 2023, Colombia produjo más de 7.000 millones de litros de leche, según Fedegán, y sin embargo regiones como Caquetá apenas lograron posicionar su producción en circuitos comerciales por falta de valor agregado. En contraste, departamentos como Cundinamarca o Antioquia han consolidado clusters lácteos con apoyo empresarial, investigación y cooperación internacional. La diferencia no está en la vaca: está en la articulación territorial.
Si queremos que el desarrollo quesero de Caquetá sea real, y que la planta no sea una isla, es necesario proponer acciones como la Creación de un Consejo Regional Lácteo Público-Comunitario, con participación de productores, universidad, gobernación, alcaldías y entes de control. Adelantar algún convenio con UniAmazonía para que la planta sea también espacio de práctica, desarrollo de prototipos e innovación local. Además, propender por una asignación legislativa de una línea presupuestal plurianual nacional que garantice la sostenibilidad de la planta más allá de los periodos de gobierno. Por último, garantizar el Acompañamiento a asociaciones campesinas para que no solo produzcan, sino que gobiernen el sistema agroindustrial con enfoque social.
Caquetá puede ser el nuevo corazón quesero de Colombia. Pero el desarrollo no es automático: necesita visión política, acompañamiento técnico y gobernanza popular. Si esta planta nace sin democratizar el valor agregado, será solo una gran bodega fría en medio de la selva. Pero si se hace bien, Caquetá no solo producirá quesos: producirá dignidad.