Preocupan las denuncias formuladas ante la Fiscalía General de la Nación por parte del gerente de SERVAF, José David Garzón Riveros, sobre amenazas contra su integridad al parecer relacionadas con decisiones tomadas en el ejercicio de su cargo. Sea lo primero decir que la institucionalidad no solo se debe pronunciar al respecto, sino que además, y sobre todo, está llamada a tomar una posición férrea en defensa de la vida.
No puede ser que Florencia y todo el Caquetá sigan cargando con el lastre de la violencia, en todas sus manifestaciones. Ya casi cumplimos un cuarto del siglo XXI y, mal que bien, las tecnologías de la información y las comunicaciones han abierto un espectro amplio de información suficiente para entender que, como seres humanos, estamos llamados a resolver toda suerte de diferencias a través del diálogo.
Acudir al miedo y, peor aún, a las acciones en contra de un ser humano, sin importar cuál sea su condición, es algo que no se puede seguir tolerando en territorio caqueteño. En este caso, amenazar a quien está al frente de una de las empresas más representativas del departamento tiene connotaciones especiales, que no pueden pasar desapercibidas.
Valga decir, entre otras cosas, que de esa manera se pone en riesgo también a todo un colectivo que trabaja en la misma empresa y rodea al gerente, quien por cierto se ha caracterizado por los buenos resultados de su gestión durante algo más de dos años. Es más, pocas empresas, como SERVAF, se distinguen por la calidad en sus procesos en aras del mejoramiento continuo; eso tiene todo que ver con su equipo de colaboradores, a quienes se les ve dispuestos a cumplir con su misión, de manera particular los operarios, aquellos que se enfrentan a difíciles situaciones de emergencia bajo el sol o la lluvia, de día o de noche.
Abogamos por un Caquetá en paz, donde los ciudadanos, todos, podamos hacer de la diferencia una plataforma para crecer, para construir; no para destruir. Como caqueteños, podemos hacer de nuestro territorio un paraíso; tenemos gran parte a favor, por las bondades de la naturaleza, incluso, estar en la periferia pasa a ser una ventaja en términos de relacionamiento entre pobladores, porque tenemos la oportunidad de crear modelos de entendimiento con miras a un desarrollo sostenible.
Sin embargo, igual podemos caer hasta lo más profundo, si dejamos que unos pocos persistan en prácticas indebidas, llámense extorsión, amenazas y demás. Como sociedad, estamos llamados a frenar todo aquello que nos afecta; entre todos podemos avanzar, si no, solo queda el sometimiento a una forma de vida que no merecemos, opacada por la incertidumbre de la inseguridad. Denunciar es un paso en la dirección correcta, como lo hizo el gerente Garzón Riveros.

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