Por: Carlos Mendoza / Administrador de empresas / editor Colono del sur / Director Corporación para el fomento de la Innovación y el Desarrollo empresarial CORFICREA

El Caquetá, puerta de entrada a la Amazonía colombiana, ha sido un punto de referencia en la COP16, posicionándose en el escenario global por su importancia en la conservación ambiental y su rica biodiversidad. Sin embargo, los compromisos y discursos optimistas que surgen de esta conferencia contrastan de manera inquietante con la realidad sobre el terreno: la deforestación en el Caquetá ha alcanzado cifras alarmantes, impulsada por la expansión de cultivos ilícitos y la presencia de grupos armados, lo que pone en duda la efectividad de las políticas ambientales acordadas en la cumbre.
Entre 2015 y 2020, el Caquetá perdió más de 200,000 hectáreas de bosque, una tasa de deforestación que representa más del 30% de la pérdida de la Amazonía colombiana y que amenaza directamente la biodiversidad y los modos de vida tradicionales de las comunidades indígenas y campesinas. A nivel global, la destrucción de estos bosques representa un grave obstáculo en la lucha contra el cambio climático, ya que la Amazonía es un pulmón vital para la captura de CO₂, función que pierde cada vez que se destruye una hectárea.
Aquí surgen preguntas críticas para los líderes y organizaciones involucrados en la COP16: ¿cómo se garantizarán resultados concretos para detener la deforestación en un contexto de conflicto armado y falta de infraestructura institucional? ¿Cómo se pretende integrar las necesidades de desarrollo sostenible de las comunidades locales cuando estas enfrentan dificultades de seguridad y escasos recursos?
La COP16 ha sido un paso positivo, pero la retórica no es suficiente. La verdadera prueba será si los compromisos adquiridos en esta cumbre logran penetrar una realidad compleja, donde la falta de oportunidades y la presión de grupos ilegales propician una crisis ecológica y social. Se necesitan no solo fondos internacionales, sino también un enfoque integral y un fortalecimiento institucional que permitan proteger efectivamente el territorio y construir una economía sostenible para la región
Si el Caquetá sigue la misma trayectoria de deforestación, su rol en la COP16 se convertirá en un ejemplo doloroso de promesas sin cumplir. La COP16, por lo tanto, debería ser un momento de inflexión, un paso hacia una política global de conservación que realmente llegue a los territorios más vulnerables. Es momento de dejar de lado los discursos y actuar para construir un futuro sostenible para Caquetá y el mundo. ¿Estamos listos para el cambio?

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