Por: Rodrigo Plata Luna
Director El Colono del Sur
En Florencia, 24.843 personas acudieron a las urnas para votar la creación, o no, del Área Metropolitana del Piedemonte Amazónico; iniciativa que pretendía unir a la capital caqueteña con los municipios vecinos, Morelia y La Montañita, en torno a vivienda, transporte, medio ambiente y turismo de naturaleza, además del fortalecimiento de la seguridad.
La cifra, en apariencia alta, fue en realidad baja si se tiene en cuenta que el potencial de sufragantes pasaba de 136.000; aunque, superó el umbral del 5% establecido por la ley para las consultas populares. Porcentaje que, entre otras cosas, deja entrever las debilidades de la democracia participativa, fácilmente manipulable.
Clara muestra de esa manipulación se evidenció a través de impulsores del no, pues una propuesta propositiva y coherente la moldearon hasta convertirla en algo escandaloso. Se les antojó llamarla solamente AMPA, lo que en términos gramaticales está bien, porque es la sigla que corresponde al nombre original; pero, le dieron la connotación de hampa, término que la RAE define como conjunto de maleantes, y en torno a simbolismo distorsionado construyeron un discurso para destruir. ¡No para construir!
La sola expresión (AMPA) sirvió para alimentar las redes sociales con toda suerte de contenidos negativos, generando sentimientos de rechazo, indignación, odio y hasta temor entre quienes defendían la posición contraria. Muchos fueron objeto de improperios por el solo hecho de portar distintivos del sí.
De poco sirvieron las explicaciones de conocedores del tema, como la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, entre tantos otros que igual desfilaron en las redes explicando las bondades de las áreas metropolitanas y la asociatividad en general. Mensajes afirmativos y pedagógicos perdieron así el pulso contra los mensajes engañosos. Fue así como la mayoría de los votantes se inclinó por el no.
¿Cuántos de los 24.843 votos sumados obedecieron al conocimiento real de lo que representa esa figura? ¿Cuántos de los 15.220 que marcaron no, lo hicieron inducidos por mensajes tergiversados, sin contar ciertas dádivas? ¿Cuántos fueron a las urnas a votar contra el alcalde Marlon Monsalve y no necesariamente contra el Área Metropolitana? Algunos de quienes fungieron como caudillos satanizando el AMPA, hoy enarbolan como propios esos votos y hasta hacen cuentas alegres con miras a próximas elecciones, enrareciendo aún más el ambiente.
Queda para un análisis, del que se deberían ocupar todas las fuerzas vivas, la forma como se llegó a ese punto, más todo lo que se puede derivar de seguir exacerbando los ánimos, como lo hicieron algunos que celebraron pisoteando a los del sí con el corrido ‘Son unas ratas’, a todo volumen. Curiosa manifestación desde una camioneta de alta gama, algo que miles de electores juntos no podrían comprar con recursos bien habidos…
En esas condiciones, sin un interés genuino por el colectivo, usando sin reparos al elector, el panorama para la capital caqueteña será bastante oscuro. No la tiene fácil el alcalde Monsalve Ascanio cuya consigna es hacer grande a Florencia, como tampoco la tienen fácil sus homólogos de La Montañita y Morelia; se desvanece así el punto de equilibrio que pretendía generar mejor calidad de vida para los habitantes de los tres municipios, con un agravante, y es que continuarán las confabulaciones y los ataques para frenar a la administración actual a toda costa.
Eso, en síntesis, explica el retraso de Florencia y Caquetá, donde por primera vez hay un alcalde que invita a sumar y multiplicar a través de los consensos y la unión, junto con el gobernador Luis Francisco Ruiz; pero, eso no gusta a quienes están acostumbrados a restar y dividir.